Aunque presentan una apariencia física normal, las personas que sufren de trastorno dismórfico corporal, o TDC, se perciben a sí mismas como feas o desfiguradas. Una reciente investigación mediante visualización de escaneos cerebrales, pone de manifiesto que el cerebro de estas personas es, en principio, estructuralmente normal, pero el problema es que funciona de modo anormal cuando procesa los detalles visuales.
Los resultados de esta investigación, realizada en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), son los primeros en demostrar una razón biológica para la percepción tan distorsionada que estos pacientes tienen de su imagen corporal.
"Nuestro descubrimiento sugiere que en el cerebro con TDC, el "hardware" está bien, pero hay un problema técnico en el funcionamiento del "software", que impide que los pacientes puedan verse con los criterios con los que lo hacen otros", explica el Dr. Jamie Feusner, investigador principal y Profesor de Psiquiatría en el Instituto Semel de Neurociencias y Comportamiento Humano de la UCLA.
Ahora, al identificar los investigadores una posible causa física, también podrán identificar maneras de "entrenar" a los cerebros de estos pacientes para que puedan aprender a percibir sus rostros de modo más fidedigno.
Los individuos con TDC tienden a obsesionarse con una deformidad imaginaria en su apariencia física o a magnificar hasta cotas extremas un ligero defecto. Para solucionar su "problema", tienden a efectuarse cirugías plásticas, a veces en repetidas ocasiones.
A menudo, sienten vergüenza, depresión y ansiedad, lo cual aumenta el riesgo de que se suiciden.
El TDC afecta aproximadamente a un 2 por ciento de la población, tiende a circular dentro de algunas familias, y es especialmente común en personas con trastorno obsesivo compulsivo. El 30 por ciento de las personas con TDC sufren de trastornos alimentarios, también vinculados a una percepción distorsionada de la imagen propia, como por ejemplo la anorexia.
Para revelar cómo el cerebro de los pacientes con TDC procesa la información visual, se utilizó resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI). El equipo de la UCLA proveyó a 12 participantes con gafas especiales que les permitían ver fotos digitales de diversos rostros mientras se les escaneaba el cerebro.
Cada uno de los voluntarios vio imágenes de tres tipos.
La del primer tipo era una foto sin modificar.
La del segundo era una foto alterada para eliminar detalles faciales que aparecen frecuentemente, como pecas, arrugas o cicatrices. Esta técnica de "baja frecuencia" hace un tanto borrosa o suavizada la imagen.
La del tercer tipo, una técnica de "alta frecuencia", esencialmente sustrajo la imagen suavizada a la foto original, dando ello lugar a una imagen parecida a un dibujo con líneas claramente detalladas.
El equipo de Feusner comparó las respuestas de los pacientes con TDC con las de los 12 sujetos de control. Los investigadores observaron una clara diferencia en la forma en que funcionaban sectores del hemisferio cerebral derecho y del izquierdo en las personas con TDC frente a aquellas sin esa alteración.
Los pacientes con TDC utilizaban más a menudo su hemisferio cerebral izquierdo, la parte analítica, mejor preparada para procesar detalles complejos, incluso cuando procesaban las imágenes menos intrincadas, de baja frecuencia. En cambio, la parte izquierda del cerebro de los sujetos de control se activaba sólo al interpretar la información más detallada, de alta frecuencia. Sus cerebros procesaban las imágenes originales y las de baja frecuencia en el lado derecho, que está más orientado a ver las cosas en su globalidad.
Los investigadores no saben por qué los pacientes con TDC analizan todos los rostros como si fueran de alta frecuencia.
Estos resultados sugieren que los cerebros con TDC están programados para extraer los detalles, o "completarlos" allá donde no existen. Es posible que estén pensando en su propia cara aún cuando estén mirando las de otros.
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